EL VERDADERO NOMBRE DEL SEÑOR CARRASCO

 

De la misma forma que los hombres que han tenido la dicha de ser bautizados con el bendito nombre de Jesús no poseen el ánimo de hacer ningún mal, los que soportan la carga de llamarse igual que algún héroe de la antigüedad aspiran, si no a la grandeza, al menos a las meras hazañas físicas.

 

El señor Carrasco, por obligación familiar, se vio obligado al estudio de dificultosas materias y, con grandes esfuerzos y penalidades, logró el grado de bachiller; aunque en su fuero interno lo que realmente anhelaba era imponerse a sus compañeros en una lucha cuerpo a cuerpo. Pero solo encontró chanzas y burlas porque, sencillamente, no tenía las condiciones físicas para ello.

 

Así que cuando su escuálido y avejentado vecino cayó enfermo para después enloquecer, el bachiller decidió aprovechar la ocasión y medirse con alguien al que sí podría ganar en singular combate. Se asoció con algunos conocidos del anciano para que propiciaran un encuentro. Su debilidad física impidió que lograra la victoria sobre tan disminuido contrincante, mas no cejó en su empeño y volvió a intentarlo una segunda vez. En esta ocasión sí resultó victorioso, pero si no hubiera sido así jamás hubiera dejado de intentarlo porque nunca se iba a encontrar con una oportunidad como aquella.

 

Disfrutó de su trabajoso triunfo y, por primera vez, se sintió orgulloso de su nombre. Del verdadero, no del Caballero de los Espejos, ni del Caballero de la Blanca Luna, ni siquiera del bachiller Carrasco, sino de Sansón.

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