EXTRAÑAS REVELACIONES DE UNA PELIRROJA

La prostituta que yace en la cama hace tiempo que dejó de gozar con el sexo y cada vez que es penetrada, rememora sus momentos de soledad, los únicos que le proporcionan cierto deleite.

El desconocido que posee su cuerpo, en cambio, sí suele disfrutar, pero hoy no se abandona, está concentrado en que sus embestidas tengan cierto ritmo, intercalando las superficiales con las más profundas, utilizando el código morse de una forma que su inventor, Samuel Morse, a pesar de su cara de perverso, nunca imaginó.

Si un voyeur los observase podría traducir el mensaje, que dice: mastúrbate, Claudia. Y Claudia, en la otra punta de la ciudad, no puede evitar masturbarse. También se le ordena que no se limpie las manos, que quedan vagamente luminosas, para que pueda ir dibujando marcas con su humedad en las paredes. Estas señales indican el camino hasta un hotel y, cuando algún transeúnte las ve, inevitablemente se dirigirá allí y se alojará en una habitación determinada, a la espera de que alguien más siga la misma ruta. Cuando se encuentren, perdida cualquier inhibición, los desconocidos copularán salvajemente hasta que queden saciados. Si se reúnen más de dos personas, la orgia ya está servida. El recepcionista apunta todos sus nombres, reales o inventados para la ocasión, le da igual, y con sus iniciales va componiendo una novela erótica, con la que sueña conseguir excitarse por primera vez en su vida cuando esté acabada.

Otras veces, Claudia deambula por las iglesias y hunde sus manos en las pilas bautismales, en las que las beatas señoronas mojarán después sus devotos dedos, con los que se darán placer en sus dormitorios pensando en hermosos ángeles, cuyas enormes vergas volverán inútiles las discusiones sobre su sexo. Si bautizan algún niño con ese agua, vivirá toda su vida obsesionado por las personas pelirrojas como Claudia.

Si alguna vez desafía las órdenes recibidas y se lleva sus dedos manchados de ella misma a la boca, recibe en sueños la visita de un imaginario duque que la conduce hasta el abismo cuando le baja las bragas hasta los tobillos con aristocrática delicadeza y besa su sexo como quien besa otra boca.

De todas formas, esto sucede en contadas ocasiones porque, cada vez que se rebela, el hombre desconocido que le da las instrucciones parece enfadarse cuando no es él quien controla su eros y la somete a humillaciones como castigo, humillaciones que siempre incluyen el trato carnal con tipos desconocidos a los que normalmente ni se dignaría mirar.

Cuando esta tarde Claudia se quitó la ropa ante mí sin ninguna delicadeza ni protocolo agradecí mi suerte. Tras escuchar esta confusa historia de sus labios, resuelvo que no ha sido mi fortuna la que me ha llevado a romper los sellos de este cuerpo que desdeña las líneas rectas, sino su locura. Miro su cabeza pelirroja y me pregunto qué es lo que no funciona ahí dentro. Pero el sexo, extraño o no, tiene sus ritos establecidos y, a pesar del desprecio con el que va haciendo que su desnudez desaparezca tras su ropa, me enciendo un cigarro. Después del sexo, el humo, siempre.

Comentarios

  1. Don Cesare, cada día tiene usted más talento. Pero se trata, para nuestro pesar, de un lento talento. ¿Por qué se demora tanto, hombre de Dios, en actualizar el blog?
    Juntacadáveres

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  2. Se agradece su comentario pero no tengo respuesta a su pregunta (al menos una coherente).
    En cuanto a lo de hombre de Dios no me lo tomaré literalmente.

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  3. Por favor, Don Cesare, ¿ángeles con vergas? ¿Es que su desmesurado Eros no conoce fronteras? Uno que es, cómo ya demostró en anteriores ocasiones, hombre temeroso de la palabra de algún dios, le dejo una reflexión sobre el uso en vano (bueno, en vano no, más bien el abuso) que hace usted de tan terribles soldados de ese dios:

    "Así pasará al final de los tiempos: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los buenos" San Mateo, 13,49.

    Así que ya sabe, tenga cuidado con desviarse del recto camino de ese dios, y no ponga en duda la ausencia de sexo en tan altos y terribles seres, o le echarán la lado malo en el final de los tiempos (¿o quizás sea al lado bueno, como mayor castigo?).

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  4. Por el título del blog, debería usted saber, querido Vaaltre Claudio, que mi eros sí conoce fronteras, es mi thánatos el que es infinito.
    Su comentario iba muy bien hasta que ha utilizado la palabra "recto" y me ha dado que pensar.

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  5. Muy buena.Pero creo que la ha escrito Claudia y tú eres el que se masturba a su dictado. Esther.

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