MIL TORRES

Una vez que el propósito de suicidarse se hizo fuerte en su cabeza, una vez que supo que no iba a cambiar de idea, Edward Kaspersky respiró tranquilo.

Con la decisión de pegarse un tiro ya tomada, por primera vez en muchos años, dejó de lamentarse por su mísera vida y pensó en divertirse. El fusil había estado guardado durante muchos años esperando este momento y se reencontró con él con la alegría del niño que desenvuelve un regalo.

No se molestó en dejar ninguna nota de despedida pues tampoco había nadie que estuviera interesado en leerla.

Su ciudad, donde había desperdiciado todos los años de su vida, era conocida como la ciudad de las mil torres. No eran mil, por supuesto, pero eran tantas que el nombre estaba justificado. Subió a lo más alto de una de ellas con su fusil en las manos y una enorme cantidad de munición destinada a abatir a cuantos ciudadanos se pusieran a tiro. Si fuera posible, pensó Edward, subirse todos los fines de semana y los días de fiesta a algún edificio elevado y disparar hasta que se quedara sin balas o hasta que le sangraran las manos no necesitaría suicidarse. Podría entregarse todos los lunes a la extenuante rutina, podía regresar a su vida sin sentido, sabiendo que el siguiente sábado sería libre de nuevo. Pero eso no era posible, una vez apretado el gatillo no había vuelta atrás.

Con una sonrisa en sus labios poco acostumbrados a tales menesteres subió el último escalón, sólo para descubrir que había una figura agazapada. Este personaje se sorprendió al verlo y le apuntó con un fusil, gesto que al que correspondió Edward apuntándole a su vez. Así estuvieron un rato, sorprendidos y asustados, hasta que cayeron en la cuenta de que estaban en las alturas para el mismo propósito. No les quedó más remedio que ponerse a negociar y dividirse la zona de tiro. Pero cuando el acuerdo estaba próximo apareció un tercer individuo armado.

Superado el momento de desconcierto, la negociación se realizó a tres bandas. Esta vez, no se llegó a ningún acuerdo pues más tiradores iban apareciendo hasta convertir la torre en un sitio absurdamente concurrido. Muchos de ellos se acercaron a la barandilla para asestar, por fin, algún tiro pero las calles estaban desiertas. A esa hora tendrían que haber estado tan abarrotadas de gente como la misma torre.

La explicación llegó cuando alguien sacó unos prismáticos y comunicó que el resto de baluartes y campanarios de la ciudad estaban igual de atestados de personas armadas y desconcertadas.

Consciente de que pronto las miserias de la humanidad se encaramarían hasta las alturas en pos de los exiliados, Edward Kaspersky dejó su fusil y bajó las escaleras para dirigirse a las calles vacías dispuesto a seguir con su plan de abandonar este sinsentido. La diversión tendría que dejarla para otra vida.

Comentarios

  1. Thánatos asciende a las altas torres que a los vientos desafían. La marca de Caín se proyecta sobre las plazas, como el logotipo del superhéroe aquel de la capa oscura. Ya todo está "perdido".

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  2. Qué comentario tan apocalíptico. Y es cierto que ya todo está "perdido". Siento un vacío tan grande que parece que nada va a ser capaz de llenarlo. Las puertas se han cerrado y los amigos se han ido.

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  3. Muy actual el relato, así habrá de gente en el mundo. Lo suyo sería tirotearse de torre en torre...

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  4. Me ha recordado relatos antiguos tuyos, en los que había personajes amargados que deseaban ser cabrones y las circunstancias no los dejaban.

    Es una historia reprimida.

    La ciudad tiene mil torres, no lo parece. Las puedes contar una a una, y si no las tuviera la historia se llamaría 315 torres.

    Si te subes a una torre a matar gente y te la encuentras llena, no te bajas de ella para que te maten. Sino que empujas al vacío, golpeas con la culata del rifle, estrujas cuencas oculares, pisas cabezas, arrancas entrañas y te bañas en su sangre.

    La historia es tuya y te la follas cuando quieres. Y luego, te la bebes y finalmente, la defecas.

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  5. Que haremos después de esto con nuestros días y nuestras noches......

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  6. Para CHICHO.
    Pues sí, sería lo suyo. Pero me va a entrar un miedo cada vez que pase debajo de alguna torre...

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  7. Para Bernardo.
    Recuérdeme que jamás me suba con usted a una torre concurrida. Se vuelve usted de un violento...
    Y sí, podría follarme la historia, bebérmela y defecarla. Lo que sucede es que ha sido ella la que me ha follado a mí, ha sido ella la que me ha bebido y me ha defecado.

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  8. Para duquesa73.
    Hay mil cosas (a lo mejor sólo 4, 8, 15, 16, 23 ó 42) que podemos hacer a partir de ahora. Pero, de momento, no se me ha ocurrido nada.

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  9. puedes saltar tranquilo, el escudo tricampeón te amortiguará... si lo pruevas avisa que lo quiero ver

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  10. A lo mejor, una vez todos allí, dejan el fusil y se ponen a follar. Y vuelves a equilibrar Thánatos y Eros. Esther.

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  11. Para Anónimo: ¿no se referirá usted a un escudo hexacampeón?

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  12. Para Esther: no hace falta que dejen el fusil para que se pongan a follar.

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  13. "Porque los palacios serán desiertos, la multitud de la ciudad cesará: las torres y fortalezas se tornarán cuevas para siempre, donde huelguen asnos monteses, y ganados hagan majada."

    Isaías 32:14

    cada vez estoy más convencido de que usted, don cesare, es un hombre temeroso de Jehová... O eso, o los del Libro son muy listos y sus profetas escribían tan bien que podían predecir hasta los temas que iba a tratar usted en este blog que ha dejado el Eros a un lado para regodearse en una orgía desolada de muerte...

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