PINTA DE GUARRA

Vanesa tiene una pinta de guarra… esto es lo que siempre se decía de ella, dejando la frase en suspenso, sin acabar, como queriendo ocultar entre los puntos suspensivos un deseo inconfesable y perverso.

Además de guarra, también solían dedicársele otros apelativos más elaborados y con más sílabas como promiscua, viciosa o ninfómana.

Si la llamaban prostituta no podría negarlo, ya que esa era su profesión pero, en cambio, no se sentía identificada con los otros apelativos. El sexo era sólo una forma de ganarse la vida y no disfrutaba más de lo que lo haría cualquier otra persona levantándose a las seis de la mañana para convertirse en esclavo durante las ocho horas reglamentarias. Había sido así desde pequeña, la pobreza de su familia la había llevado pronto a usar la calle como un escaparate donde promocionar su cuerpo.

Los hombres que, tras olisquearla, se adentraban en su cuerpo, con frecuencia, amparándose en su “pinta de guarra”, se negaban a pagarle sus servicios con la excusa de que había yacido con ellos por puro placer. Si demandaba con más insistencia su salario, estos desagradecidos deudores se atrevían a tocarla de nuevo sin ningún asomo de lujuria o deseo en sus puños cerrados.

No tenía proxeneta pues, una palabra de tal envergadura y exquisita pronunciación no podía hacer justicia a Jimmy, un vulgar chulo que, a pesar de su nombre, procedía de un estercolero bastante español. Este Jimmy nunca exigía el justo pago a estos morosos satisfechos sino que sus demandas monetarias recaían en el maltratado cuerpo de Vanesa. Si es que tienes una pinta de guarra…, le decía.

Cuando lo metieron en la cárcel, Jimmy pudo seguir con su negocio de prostitución entre rejas, sólo que esta vez se encargaba personalmente de todas las facetas del trabajo.

Finalmente, Vanesa pudo despojarse de la vida de prostituta como quien se desprende de una prenda sucia y conseguir un trabajo en el que no tenía que tumbarse, agacharse o arrodillarse y podía pasar la mayor tiempo del tiempo sentada.

El sexo, ese viejo desdentado y codicioso regresó a su vida. Vanesa empezó a buscar a los hombres para recibir algo muy distinto al dinero o los golpes. Muchos estuvieron más que encantados de participar con ella en esa danza de sudor y hambre nunca satisfecha. Pero, al acabar con el asunto, sacaban sus carteras y dejaban unos billetes a su alcance. Vanesa les insistía que no tenían que pagarle, que no era ninguna prostituta. Algunos, sorprendidos o azorados se guardaban el dinero y otros se reían incrédulos haciendo alguna referencia a su pinta de guarra.

Debo decir que, a pesar de llevar un rato hablado de Vanesa, la he conocido hoy mismo. Mecidos primero por el placer y embarrancando luego en el orgasmo le he susurrado al oído que de lo que tenía pinta realmente era de ángel. Después, descansando juntos en la cama, me ha contado toda esta historia de encuentros y desencuentros entre la libido y el vil metal. Además de ser una guarra tiene una imaginación…

Comentarios

  1. "El varón no debe cubrirse la cabeza porque es imagen y reflejo de Dios, mientras que la mujer es reflejo del hombre. El varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón; tampoco fue creado el varón con miras a la mujer, sino la mujer con miras al varón. La mujer, pues, debe llevar sobre la cabeza el signo de su dependencia; de lo contrario, ¿qué pensarían los ángeles?"

    [San Pablo, 1 Cor 11, 7-10]

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  2. Gracias por su triple comentario bíblico. No sé si ha sido usted quien ha escrito o si ha sido el mismísimo Dios. Si es usted, reitero mi agradecimiento, si el responsable es Dios, quizás deba plantearme arrepentirme por mis pecados.

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