HERNANDIANOS VERSUS BENAVENTIANOS
En aquel momento nadie sabía, y ahora pocos recuerdan, que la disputa que se produjo en el despacho de aquella insignificante empresa entre los oficinistas Hernández y Benavente iba a conseguir dividir al mundo.
El desencuentro, que convirtió a los dos empleados en enemigos instantáneos, fue provocado porque ambos señalaban al otro como el responsable de un informe mal redactado. Cada uno defendió su postura con tal ardor y vehemencia que, pronto, todos sus compañeros de oficina habían tomado partido por el uno o por el otro.
Cuando los insultos se volvieron repetitivos y los gritos dejaron de tener eficacia alguna, los empujones y los golpes aparecieron. El alboroto llegó hasta la calle, llamando la atención de los que paseaban por los alrededores que, sin llegar a comprender del todo los argumentos de cada bando, se sumaron a la pelea.
La guerra de trincheras de la oficina se había convertido en una batalla campal en las calles cercanas y el solitario duelo entre los dos oficinistas era ahora un tumulto que no paraba de crecer. La policía no consiguió calmar los ánimos, pues cuando llegaban, irremisiblemente, se unían a uno de los grupos. Al caer la noche, toda la ciudad estaba ya dividida.
Se declaró el estado de emergencia, pero el ejército no pudo hacer nada para contener las revueltas pues, al poco tiempo, los soldados se estaban matando entre sí. Sólo podía haber un final. Basta decir que los hernandianos y los benaventianos siguieron ganando adeptos a través de las fronteras y, pronto, todo el planeta estuvo dividido y en guerra.
A pesar de darles nombre, los bandos no estaban capitaneados por los oficinistas Hernández y Benavente pues ambos, sin duda, murieron en el inicio de las hostilidades y sólo quedaron sus apellidos.
Esto sólo pretende ser un resumen imparcial de los hechos que originaron la confrontación que está asolando el planeta.
Si alguien no ha sido infectado todavía por esta epidemia de odio y violencia que no respeta ni a los narradores, debo decirle que, al final, los hernandianos aplastaremos al enemigo benaventiano y conseguiremos la victoria.
¡ÚNETE A LA CAUSA HERNANDIANA!
El desencuentro, que convirtió a los dos empleados en enemigos instantáneos, fue provocado porque ambos señalaban al otro como el responsable de un informe mal redactado. Cada uno defendió su postura con tal ardor y vehemencia que, pronto, todos sus compañeros de oficina habían tomado partido por el uno o por el otro.
Cuando los insultos se volvieron repetitivos y los gritos dejaron de tener eficacia alguna, los empujones y los golpes aparecieron. El alboroto llegó hasta la calle, llamando la atención de los que paseaban por los alrededores que, sin llegar a comprender del todo los argumentos de cada bando, se sumaron a la pelea.
La guerra de trincheras de la oficina se había convertido en una batalla campal en las calles cercanas y el solitario duelo entre los dos oficinistas era ahora un tumulto que no paraba de crecer. La policía no consiguió calmar los ánimos, pues cuando llegaban, irremisiblemente, se unían a uno de los grupos. Al caer la noche, toda la ciudad estaba ya dividida.
Se declaró el estado de emergencia, pero el ejército no pudo hacer nada para contener las revueltas pues, al poco tiempo, los soldados se estaban matando entre sí. Sólo podía haber un final. Basta decir que los hernandianos y los benaventianos siguieron ganando adeptos a través de las fronteras y, pronto, todo el planeta estuvo dividido y en guerra.
A pesar de darles nombre, los bandos no estaban capitaneados por los oficinistas Hernández y Benavente pues ambos, sin duda, murieron en el inicio de las hostilidades y sólo quedaron sus apellidos.
Esto sólo pretende ser un resumen imparcial de los hechos que originaron la confrontación que está asolando el planeta.
Si alguien no ha sido infectado todavía por esta epidemia de odio y violencia que no respeta ni a los narradores, debo decirle que, al final, los hernandianos aplastaremos al enemigo benaventiano y conseguiremos la victoria.
¡ÚNETE A LA CAUSA HERNANDIANA!
La sombra de Caín, decía Unamuno, se proyecta sobre el solar hispánico (y se extiende al mundo, por lo visto). Siempre se espera que esté uno en un bando, pero yo soy más del tipo "exilio interior". Y ya se sabe que en el mundo pues, no hay mayor pecado, que el de no seguir al abanderado. A la gente no le gusta que uno tenga su propia fe.
ResponderEliminarYo me hubiera unido a uno de los dos bandos con tal fervor que hubiera eliminado a mis oponentes, es agradable tener una misión en la vida , jejejeje. Arriba benaventianos!!!
ResponderEliminar¡Ondead las banderas!
ResponderEliminar¡Inflad de orgullo vuestros corazones!
¡Hoy es el día en que el mundo verá nacer una nueva luz!
¡Los hijos de vuestros hijos contemplaran el mañana con un recuerdo imborrable en sus pechos: el de vuestros actos heroicos en el día de hoy!
¡Heredaremos el mundo tal y como nos corresponde!
¡Porque hoy, hermanos, el infame informe hernandista o benaventiano será pasto de las hogueras!
¡Hemos contratado a Andersen Consulting para que rehaga el puñetero informe de forma correcta, y no dudamos, nunca lo haremos, de su eficacia!
Vaaltre Claudio
En realidad, Hernández y Benavente fueron asesinados por mí, intentando crear un tercer bando, el de los bernardianos. Pero, desgraciadamente, nadie me siguió.
ResponderEliminar¿Para cuando la historia de amor "greater than life" entre Romeo Hernández y Julieta Benavente?
Doy mi enhorabuena a Cesare por haber implantado la discordia entre sus seguidores. ¡Los hernandianos vencerán!
ResponderEliminarFelicidades Cesare, esta claro que el ser humano solo esta predispuesto para el enfrentamiento, que facilmente lo has demosntrado.
ResponderEliminarP.D. yo de Andersen Consulting no me fiaría mucho que la liaron hace unos pocos de años..
Tras unos días de ausencia (en los que básicamente me he dedicado a masacrar benaventianos), hago acto de presencia para agradecer vuestros comentarios y para dar la bienvenida a los misteriosos "El signo de Caín" y "voces del norte".
ResponderEliminarIntentaré actualizar en breve.